viernes, 29 de junio de 2012

En un bus

     —Bueno Bebé, ya voy para allá. —dije tratando de disimular mi absoluta falta de ganas de ir donde él estaba. Él, mi supuesto futuro esposo. Al menos eso quiere, pero yo, no estoy tan segura. No me imagino una vida entera con él. Así que después de alistarme, salgo a la calle a coger el bus que me lleve a Corferias. He tomado el primero que pasó. Al rato de estar allí mirando por la ventana, se sube un bellísimo hombre que se ha sentado a mi lado; —esto casi nunca me pasa—. Yo soy una mulata preciosa, valga la aclaración, pero normalmente en el transporte público poco de atraer gente hermosa. Este personaje ha sacado de su bolso —sí, un hombre con bolso y por demás chic—, ha sacado unas tarjetas y en ellas, disimuladamente, leo su nombre «Ricardo Palacios» y abajo «Arquitecto de Soluciones». Otra sorpresa que me da este chico. Me pregunto qué hará subido en un bus.

Pienso en Felipe —mi prometido—; no dudo que lo quiero, pero es que es tan soso, tan aburrido a veces... Y de la elegancia, oler bien, estar bien presentado. Siempre me lo ha quedado debiendo. Y ahora tengo a esta delicia al lado. Claro que Felipe tiene otras cualidades, pero hace un rato no las encuentro tan para mi, no las veo tan claras. Es barrigón, descuidado con su aspecto y eso nada que ver conmigo. ¿Será la crisis de los siete años que leí en la Vanidades?.

    —Hola. Estoy un poco colgada, debo hacer un par de cosas para mi mamá antes de caerte, ¿Vale?. —Le digo al llamar a Felipe y él me contestó que no hay lío. Y yo espero que si haya. A ver ahora con que le salgo ésta lengua que tengo al lado.

    —¿Sabes donde es Corferias? —Le pregunto a mi compañero de viaje como quien no quiere la cosa y tratando de que no me tiemble la voz.
    —Sí claro, es muy fácil llegar. Yo vivo cerca, sí querés te arrimo —Me responde con una sonrisa preciosa en sus labios
    —Bueno. Gracias.
    —¿Tú qué haces? —Le pregunto, mientras me cuestiono qué hace viviendo este tipo de hombre en ésa zona de la ciudad. Por allá no hay nada bonito.
    —Soy un arquitecto de soluciones —Me responde secamente y no me pregunta nada sobre mí. ¡Es que ni me mira!... ¿Será que no estaré bien? o ¿Me encontrará fuera de su estilo? !Mierda! ¿Será marica? Ahora que caigo en cuenta los hombres normalmente no son así. Este huele rico, tiene las manos muy cuidadas, su pelo está muy cool y su ropa va muy bien puesta y llevada. Se nota que nada de estas cosas las hace a la ligera. ¡Y tiene un bolso! para completar. Así siguió el viaje; no dijo nada hasta cuando el bus pasa por el lado de la Universidad Nacional y Ricardo me dice que nos demos apear y apura el paso. Me da la mano para bajar del bus y me indica con un gesto por donde debemos caminar.

    —¿Qué vas a hacer en Corferias? —Me ha preguntado cuando hemos llegado a una esquina y mi interés por él está a la baja.
    —Voy a visitar a mi novio que trabaja allí. —Le respondí. Ya imaginaba que con este personaje nada iba a pasar. Pensé en que le diré a Felipe que quería darle una sorpresa y me adelanté en la llegada.

    —Ahh vea pues; con que andás prometida. Qué chévere. Remata. ¿Oí que ibas a hacer unas cosas para tu mamá?
    —Ah, lo de mi mamá. Se me olvidó. —Dije para salir del paso.
    —¿Tenés tiempo? Vamos a mi apartamento y te invito a un cafecito.
    —Sí, vamos, porqué no. —Le dije mientras le sonreía con amabilidad. Seguimos caminando y después de cruzar la 26 y adelantar un par de cuadras volteamos a la derecha y llegamos a un edificio viejísimo, casi cayéndose, mal pintado.

    —¿Tú vives acá? —Le pregunté al ver el aspecto del lugar a donde íbamos a entrar
    —Sí ¿Por qué? ¿Miedito? Está todo bien; acordate que «el que saca a bailar el diablo no decide cuando se sienta». —Y abrió la puerta dándome paso para entrar y ver unas escaleras al fondo.
    —Es en el cuarto piso, nos toca subir un poco, pero eso es bueno para el culo.—dijo cuando comencé a subir las escaleras y él iba detrás de mí. Salté cuando una sonora palmada me azotó las nalgas.
    —Oye ¿Qué te pasa? —le dije sorprendida después de lo que hizo, no fue que me haya lastimado de alguna manera y aunque me cogió desprevenida, no puedo decir que no me gustó.
    —A mi nada. ¿Y a vos? —me respondió con una cara de gallina que me dejó pasmada. Sus ojos cambiaron; ahora brillaban fulgurantemente y me decían que yo le atraía; que entendían algo de mí que yo aún no estaba segura entender. Las manos me empezaron a sudar. ¡Puta! ¿Qué diablos hacía yo allí?. La verdad estaba agitada y no precisamente por el ejercicio.

Abrió la puerta de su apartamento, era un lugar muy lindo, me pidió que me quitara los zapatos y el hizo lo propio. Me hizo sentar en un sofá blanco enorme que tenía mientras me decía que iría a hacer el café. Mi corazón iba a mil ya. Él estaba a mi derecha en la cocina y lo veía a través de la barra que la separaba del comedor. Puso el café a hacer, luego vino a la sala y encendió su equipo de sonido, puso un CD y me dijo que ya venía.

So messed up I want you here
In my room I want you here
Now we're gonna be face-to-face




Se oía cuando el me preguntó —¿Querés? —Mientras me mostraba una cajita
    —¿Qué es?
    —Voy a armar un porrito. Como para abrir el apetito. —Contestó mirándome con intensidad. Y sin más empezó en su labor que solo dejó para pasar por el café. Me lo sirvió en una tasa blanca grande, era negro y espeso. La mezcla de olores invadía toda la estancia. La canción seguía con

And I'll lay right down in my favorite place
And now I wanna be your dog
Now I wanna be your dog
Now I wanna be your dog

    —¿Me das azúcar?
    —El café se toma así. ¿qué te pasa? —Me conminó al tiempo que me miraba con ojos burlones y su sonrisa que me paralizaba mientras me pasaba el porro del qué él había ya fumado.
    —Tiene filtro. ¡Qué bien!. —dije tratando de alabarlo
    —¿Y cómo más se fuma uno un porro? —Dijo avasallándome y mirándome las tetas mientras estaba de pie junto al brazo del sofá. Y como sin saber que más decir agregó

    —Es bueno este calor que está haciendo hoy en Bogotá. ¿no pensás así?
    —Sí. La verdad es que acá está haciendo calor. —le respondí con una sonrisa coqueta.
    —Quitate la blusa —Espetó
    —¡¿Cómo?! ¿Qué te pasa? ¿quién putas te has creído tú? y sentí que la cara se me incendiaba. Eso no me lo esperaba
    —Vení ya. Que no me creo nadie, pero estás acá y hace calor. Dale, quitate la blusa.

Mi teléfono sonó en ese mismo instante y era el timbre de Felipe. Yo no sabía que hacer.
   
    —Contestale, no hay lío —me dijo Ricardo.
    —¿Pero qué le digo?
    —Nada, solo que llegás al toque.
    —Hola mi bebé. ¿Cómo estás? Le dije a Felipe al contestar. La verdad es que no oí un carajo de lo que me decía. Solo atisbé a mencionarle que estaba ocupada y que ya hablaríamos. Qué necesitábamos hablar. Al final entendí que me preguntaba que si me pasaba algo. Y le dije que nada raro. Que ya hablaríamos y que ahora tenía que dejarlo.

Y de fondo la canción...
Well c'mon
Now I'm ready to close my eyes
And now I'm ready to close my mind
And now I'm ready to feel your hand
And lose my heart on the burning sands

Ya lo había mencionado la canción, ya todo estaba dicho. Le di una onda calada al porro, me bajé de un ssolo trago el café amargo y tomé todo el impulso para quitarme la blusa mientras el cariz se ponía intenso. No sé explicarles porque hice lo que hice. No sé explicar tampoco porque seguí obedeciendo sus ordenes como un robot, solo sé decirles que su dominación sobre mí fue total y que me descubrí como en un sueño, uno de esos raros que uno no sabe si son sueño o pesadilla. Me despabilé cuando él me hubo soltado un par de perlas fantásticas. La primera de ellas fue que me obligó a dejarle mis tangas. Y mientras yo le alegaba, le suplicaba y casi le lloraba para que me las devolviera; va él y dice.

    —Mirá, cuando veás a Felipe, después de saludarlo; decile que no tienes puestas tus preciosas tangas. Luego mirale a los ojos. Mirale con cuidado para ver que cara te pone.

Salí de ese lugar muy intoxicada por este tipo que acababa de conocer. Me había dejado una cantidad de cosas estaban dando vueltas en mi cabeza. Andaba hacia Corferias sin saber muy bien que hacer y de repente sonó Felipe otra vez en el celular.

    —Hola Bebé. Estoy en la esquina. —Le dije y colgué.

Al encontrarme con él, me decidí por hacer lo que Ricardo me aconsejó. Al ver la cara de Felipe supe que mi decisión con respecto al matrimonio estaba tomada. Me casaría con él.